En México, la educación se ha convertido en un tema de debate en los últimos años. Secuestrada por sindicatos corruptos y políticas poco eficientes, tener calidad educativa se ha convertido en un sueño casi inalcanzable. Las cifras son alarmantes y el panorama claro.

El artículo 3º de la Constitución Política de México dice que la educación debe ser obligatoria y que el Estado debe garantizar una buena oferta. Sin embargo, desde que fue redactado este documento, en 1917, la situación educativa en México no ha logrado convertirse en un bien que todos, o al menos la mayoría, al que la mayoría de los mexicanos pueda tener acceso.

En México la educación es obligatoria, para algunos un privilegio y para muchos otros algo que nunca tendrán. Las cifras no mienten: en México hay 32 millones de personas mayores de 15 años que se encuentran en condiciones de rezago educativo; de estas, , 5.4 millones son analfabetas, 10 millones no concluyeron la primaria y 16.4 millones dejaron la secundaria trunca. El Instituto Nacional para la Evaluación Educativa (INEE) dice que el rezago escolar dificulta la permanencia y el avance posterior en la escuela, sin embargo, si se completan los niveles educativos oportunamente aumenta la probabilidad de alcanzar mayores grados escolares.

Sin duda, algo está pasando en el acceso y las oportunidades para acceder a cualquier nivel escolar. El año pasado, la OCDE encontró que en México el 24.7% de los jóvenes entre los 15 y 29 años son “nini”, es decir, ni estudian, ni trabajan. También, el mismo organismo, declaró que entre los países miembros México ocupaba el primer lugar en la deserción.

¿Hay esperanza? Desafortunadamente, el acceso a la educación, así como su avance dentro de ella es una odisea. Según la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales, de cada 100 niños que ingresan a la primaria, 50 concluyen sus estudios de nivel medio superior, 21 egresan de la Universidad y únicamente 13 se titulan.

Para algunos niños la educación es un lujo, ya que tienen que trabajar para aportar a su casa. Cifras del INEE revelan que hay casi 3 millones de niños de 12 a 17 años que trabajan jornadas extensas (más de 20 horas); de ellos, más de la mitad no asiste a la escuela (53.9%). Esta condición afecta en mayor medida a los varones (56.9%), a quienes viven en zonas rurales (48.6%), y a quienes habitan en regiones de alta o muy alta marginalidad (49.7%).

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