Si revisamos más de cerca los beneficios de la preparación intelectual, veremos que resulta conveniente, porque nos permite:

Encontrar nuestra vocación: Estudiar abre la posibilidad de conocernos, de verificar si el camino que hemos elegido es acorde con nuestros valores, objetivos y tendencias personales; de saber para qué somos buenos o mejores, lo cual favorece la autoestima en cuanto al sentido de autoconsciencia y eficacia personal.

Realizar nuestro aporte creativo: Todo ser humano tiene capacidades y talentos que quiere y puede compartir, comunicar o dar. La preparación intelectual nos permite “pulirnos”, es decir, desarrollarnos u optimizar los dones y talentos potencialmente disponibles.

Tener un lugar en la sociedad: Nos guste o no, vivimos como en el mundo animal, en un contexto caracterizado por roles y jerarquías. Siendo así, la preparación intelectual permite obtener un espacio social, una cierta respetabilidad que aunque convenida, pasajera y artificial, en mucho, no deja de tener importancia y valor en el tejido de las relaciones cotidianas.

Producir dinero: La preparación intelectual nos permite tener un producto o un servicio para intercambiar por dinero. Y aunque no en todo contexto más preparación equivale a más dinero, la tendencia, es que en iguales condiciones, el más preparado obtiene mejores oportunidades y mayores ganancias, lo que nos permite satisfacer nuestras necesidades y obtener una mayor calidad de vida, lejos de las penalidades derivadas de la carencia económica.

Usar el tiempo de manera positiva: En el contexto humano, la vida es tiempo, y estudiar nos permite dar uso positivo al tiempo. Esto nos aleja de la ociosidad derivada de “no tener nada que hacer”. Así, la preparación facilita el camino para la ejecución de acciones constructivas y beneficiosas para todos.

Mantener nuestra mente en actividad: Hoy sabemos que el paso de los años repercute en los procesos cognitivos y cuando hay reducción de la actividad del cerebro también hay una pérdida de la plasticidad cerebral. Visto positivamente, diremos que estudiar mantiene nuestra mente vibrante, activa y lista para enfrentar exitosamente los desafíos de diario vivir.

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